¿Por qué de mi vida?


Desde hace alrededor de cuatro años, nada de todo lo que he tratado de hacer, me ha funcionado.

Todo ha sido como una función, que ha empezado, y falta lo más importante, los personajes, para la función, no pueda ser desesperación personal, fustración laboral, tristezas acumuladas de años anteriores, inseguridad de querer salir por todos lados, son una enorme cantidad de cosas juntas, que ni se por donde comenzar a hacer algo, o sencillamente, a no hacer nada.

Todo el mundo, pasa por situaciones, algunas de ellas, dramaticas y otras sencillamente, momentos malos, como en la que ahora me encuentro yo, porque no sé cual es el mercanismo de auto defensa, donde mi vida, y mis emociones no reaccionan y me hacen saltar está etapa y poder ponerle una etiqueta a la situación en sí.

Creo que, es complicado continuar respirando cuando dificil es amar incondicionalmente, con un extremo es dar confianza sientiendo miedo a que nos traicionen, por ello, empecé a escribir un millón de sentimientos e ideas que se entremezclaban revoloteandose al mismo tiempo que mi cabeza, se transtornaban, mientras que mi corazon le daba un arrebato de inseguridad por los celos causados con el arma de sus posibilidades, donde empecé a darme cuenta con cada pregunta que me hacia automáticamente donde también, enconrtaba una respuesta aunque para ser sincera, muchas no eran las que esperaba, pero es lo que hace, que las cosas, por lo menos, se intenten y tengan un final.

En ocasiones, tengo la sensación que no me gusta que las cosas que no están en mi control, se me vayan de la manos, y co ello, somo me queda aceptar el descontrol, y salir de ello, como mejor pueda, y vivir, sencillamente vivir.

Viajando

Las luces de la carratera tiritaban tanto como el frío y el aire que acompañaba el día.

El transcurso del viaje, es la mar de entretenido, fuera, en las montañas, no se veían a la perfección, pero deberían de estar ahí, miraba con ojos agrios la diminuta fila de luces que se contorsionaban sacando las chispas de la lluvia.

El viaje, había empezado hacía varias horas, los pasajeros que me acompañaban, estaban dormidos y una brisa que se inmiscuia por grietas invisibles, se tornaba monótona y tediosa la incomodidad del asiento, por estar ya varias horas con el transcurso del viaje.

Paramos, para fumarme un cigarrillo, mientras caminaba por el pasillo de la cafetería, la cafetería, resguardaba rostros pesados, por el frio endurecido desde la juventud.

Una mesa de turistas, distinguibles por sus ropas de colores incisivos y ojos claros me miraban como si se acercasen, sentada desde su silla de la cafetería, junto con un café y unas pastas.


Para estás cuestiones, de procurar aliado en los lugares o situaciones en los que, una sabe, que juega de visitantes, y murmura un "hola, buenos días" desconfiando del resultado.

Unos ojos pequeño, que siquiera apenas parpadeaban, me indicaron el camino hacía la única mesa que quedaba libre, de la que tuve que despejar todo el revoltijo de bolsos y ropa que cubria la mesa, y poder así sentarme.

En un confuso inglés-Español, me habló con frases cortas, acercando su palma a la punta de su nariz enrojecida y helada.