¿Cuánto cuesta decepcionarse?

En los últimos tres años, un diagnósco me enseñó que lo único que tenemos realmente en está vida es tiempo, y lo que parece una aventura trepidante, me ha llevado a pasar está aventura, llena de miedos, que en ocasiones, o los he vivido sola, o cercana a quienes han querido estar a mi lado.

Suena curioso hablar así, cuando he estado rodeada de gente increíble, de gente que parecía poder confiar, pero que, con el paso del tiempo, todo se ha quedado en un pasado, que ya no un presente, y lo presente, parece estar a punto de coger un camino, sino diferente al mio, con dispares que juntaron en un momento, en cualquier momento, amistades, nuevos proyectos, comienzos, y aunque me he equivocado a grandes rasgos, tengo algo en mí, que jamás volverá a ser igual, y eso se llama decepción, porque en muy poco tiempo, me he decepcionado de todo lo que creía que no podía volver a ocurrir, porqué no decidí tener un bicho, que me acompañe cada día.



Estos tres años, los voy recordando a golpe de lectura, de conversaciones con alguna de la gente que por alguna razón continúan a mi lado, un valor acumulado en estos últimos años, experiencias y ocasiones de recuerdos olvidados, en la insistencia de querer empezar sin saber muy bien por donde coger el camino que dejé en algún lugar cercano e incluso lejano en el que me encuentro.

Soñaba con crear, con vivir lo que vivia en su momento, y aunque sigo viva, soy consciente de que cada minuto es importante, porque hace unos años, una mala noticia rompío mi vida en pezados, son tan pequeños, que no sé por donde empezar a recogerlos, y con ello, mi transformación, no está siendo fácil, estoy intentando cómo alguien como yo, acostumbrada a tener la sensación de control absoluto sobre todo lo que me ha ocurrido e incluso continúa ocurriéndome, hasta el punto de rechazar en muchísimas ocasiones, todo aquello que no podía llegar a controlar, pero hoy, en un día complicado, lleno de diferentes tipos de decepciones y acumulación de rabia contenida, me dispongo a desplegar una gran dosis de confianza hacía todo aquello que tiene un papel importante en mi posible mantenimiento, entradas y salidas de las salas de color blanco y olor a pena, salir y entrar sin apenas fuerzas, privándome de todo lo que me identificaba de cara a todo aquel que me conoce, así es cómo he terminado, encerrándome en mi propio cascaron, con mis miedos y el marcaje que deja el carácter sin siquiera darte cuenta.

Han pasado meses, e incluso años, con mi actitud de resignación, pero hoy, me decido una vez más por la vida, pero no teniendo claso, si es para desterrar mis miedos, esas capas que me envuelven en cada uno de ellos, que no me permiten avanzar, dándome cuenta que, doy siempre por sentado las circunstancias, de sentir y justificar, absolutamente todo lo que me está ocurriendo, dejando sin más pasar el tiempo.

Hoy, dejo de ponerle máscaras a mi "bicho", tiene nombre propio, se llama cáncer, y ha venido a quedarse, a quedarse conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario