Preguntas, decepciones y despedidas



Llevaba muchísimo sin entrar por aquí, y ayer, después de estar hablando con una amiga me ha dado por escribir, seguramente mi última entrada... una entrada de preguntas, decepciones y despedidas, porque... todo es cuestión de tiempo, y es precisamente tiempo el que no tengo, quizá algún día me dé por sentarme delante de algunos de mis allegados, y contarles todo y nada a la vez, porque hoy, si puedo decir, que a veces si es la confianza lo que hace recular y guardar lo que debería decir... y me lo demuestro cada día, con cada acto, con cada palabra y con cada mirada que me transmite miedo...

¿Hasta dónde se refugian los sueños cuando despertamos?
¿Hasta dónde van las oportunidades que no encontramos?
¿Dónde se quedan los miedos que nos atormentan?
¿Dónde está ese mundo mágico que envuelve el corazón y cuando más se necesita no conseguimos tocar?
¿Dónde debería orientar mi decepción para tener ese apoyo que marchó y mi alma empezó a peligrar?
¿Dónde está ese ser salvador que buscamos y nunca encontramos para dejarnos guiar?
¿Dónde se encuentra la esperanza cuando no la vemos con nuestros propios ojos?
¿Hasta dónde viaja la vida cuando el corazón es golpeado fuertemente?
¿Dónde está el amor que sentimos y no se puede dominar?
¿Dónde se ocultar el rencor capaz de vengarse cuando menos se espera?
¿Dónde van las decepciones y las despedidas que tan fuerte azotan nuestra vida?

Son más de cinco años de mi vida… todo empezó un 28 de septiembre de 2009, cuando a las 20:38h de la noche, sonó mi teléfono para decirme la que iba a se la derrota de mi vida y fue cómo un cuerpo que se humedece por el esfuerzo, se cuelan en su interior y no son capaces de encontrar nada más que las ganas de coger un camino para salir corriendo y entender todo lo que sucede.

Era un contar constantemente… un, dos tres, un, dos tres, un, dos, tres… hasta agotar las hojas que esos días hundían mi vida por momentos… pasaron los días, las semanas, los meses e incluso los años, hasta cumplir 761 días… un total de dos años, un mes y un día, y hace unos días, al llegar a mi casa, me encontré con aquel miedo de golpe, desde aquel entonces mi vida fue siguiendo la misma ruta, atrapada en decisiones que no han sido propias, atrapada en millones de historias que formaban una vida, sin gritar, sin detenerme un instante para coger aire, sin poder cambiar experiencias y pensamientos, empujándome hacia una sola dirección, viviendo atreves de los demás, remolcada por otros, por otros que tenían su vida.

Y fue entonces, cuando pasaron aquellos 761 días, dos años, un mes y un día cuando el ritmo se detuvo y yo me detuve con él de golpe, mi mente se desplegó y olvidó a solo dos meses de pasar esos 761 días, me quedé más pequeña, más vulnerable, más débil, más insegura, más sensible, más cambiada, más perdida y con más dolor, un dolor profundo que nadie supo entender y que nadie sabe entender hoy en día.

El dolor se apoderó de mí, de una vida que no estaba siendo fácil y ese ritmo me detuvo, el mundo seguía su camino pero yo ya no podía seguir luchando contra el mundo a contracorriente. Todo empezaba a reventar, una explosión interior se apoderó de mí, de mi vida, de mis sentimientos que a la vez querían escapar desordenados. No encontraba una mano donde agarrarme, acabando de golpe en el hoyo más profundo, sin luz, sin aliento, sin escapatoria, con el mayor de los silencios ese que tanto amo, no sé si no supe pedir ayuda o no me deje ayudar, no lo recuerdo, para ello, tendría que buscar en mis cuadernos de recuerdos, son mi gran aliado, mi confidente, es sin más vida y mis recuerdos, escritos pero recuerdos al fin y al cabo.

Perdí el ritmo, mi vida entera y cuanto más se pierde, más asusta a los demás, lo sé, lo noto, palpo ese miedo que tienen, y es entonces más difícil que la ayuda llegue, y más fácil es seguir en ese camino sin rumbo, sin destino. Solo sé que puedo cerrar los ojos, y buscar en mi memoria lo que siempre olvidé, gritar en silencio, fumar el único cigarro que me fumo al día, el de la noche, para encontrarme con el cielo y las estrellas dejando bajar mi mente calmada esperando que esa estrella se detenga, me dé la mano  y me diga… vámonos, es hora de partir.

Jamás me he podido imaginar cómo es posible que haya algo que tanto amas y de golpe de un zarpazo se convierta en lo peor que has podido hacer en la vida, por unos cuantos años que tengo, lo valoro cómo mi pequeña vida, porque este zarpazo me ha venido de golpe, sin esperarlo, lleno de mentiras, de promesas, de "voy a cambiar", sin embargo, me ha demostrado todo lo contrario, volver al mismo lugar en el que provocó aquellos 761 dias, los días de mi pesadilla, de mi trauma, de mi obsesión, de mi cambio, de mi noches sin dormir... de mi derrota y de mi propia decepción.

Mientras tanto… todo se escurrirá entre los dedos, entre los sueños que no se cumple y las palabras... esas que siempre callo... porque la verdad de todo, no es más que nadie morirá y lucha por mí, porque los actos son las palabras que dicen que ya no las que hacen, la gente cambia y el cambio es el que me ha demostrado todo. Casualidades de la vida.

¿Cuánto cuesta decepcionarse?

En los últimos tres años, un diagnósco me enseñó que lo único que tenemos realmente en está vida es tiempo, y lo que parece una aventura trepidante, me ha llevado a pasar está aventura, llena de miedos, que en ocasiones, o los he vivido sola, o cercana a quienes han querido estar a mi lado.

Suena curioso hablar así, cuando he estado rodeada de gente increíble, de gente que parecía poder confiar, pero que, con el paso del tiempo, todo se ha quedado en un pasado, que ya no un presente, y lo presente, parece estar a punto de coger un camino, sino diferente al mio, con dispares que juntaron en un momento, en cualquier momento, amistades, nuevos proyectos, comienzos, y aunque me he equivocado a grandes rasgos, tengo algo en mí, que jamás volverá a ser igual, y eso se llama decepción, porque en muy poco tiempo, me he decepcionado de todo lo que creía que no podía volver a ocurrir, porqué no decidí tener un bicho, que me acompañe cada día.

Puede

Parece común, de palabra barata, asimétrica como una mirada que engancha, porque emborracharse de vida, es tener el punto de partida de que la existencia no es más que un chupito de cruda realidad reflejada en una mezcla semi-uniforme, obligada a describir la única razón del ¿por qué no vale la pena?.

Normalmente, todo empieza como acaba, pues el destino no es nada más que el reflejo de nuestra propia voluntad, el principio y el final de un día menos, porque simplemente con chascar dos dedos, podría parecer ser suficiente, chascar un pensamiento que evite describir cualquier lamento, camuflando entre los silencios más puros, la sensación de que mi propia historia es mi falacia consentida, valer por lo que se ofrece, es el desinterés de lo que dejó de existir, donde la vida no es nada más que toda una sucesión de desgracias con un puñado de grietas de vivencias descontroladas.