Poniendo una barrera

Dentro de unos días, te vuelves a ír, y no soy capaz de convencerme a mí misma, porque solo serán, en teoria, solamente teoría, 25 días, pero solo pensar, que serán eso, 25 días, me pierde el sentido, tan sencillamente, como volver, volver a coger el teléfono, no dejarlo un momento en cualquier lugar, como acostumbro a hacer desde que volviste...

Nosotros, hemos pasado muchas movidas, siempre he pensando, que las segundas oportunidades, nunca son buenas, pero... ¿cuantas llevamos nosotros?, todavía recuerdo siguilosamente aquel 3 de octubre de hace dos años, aquel 2004, cuando mis borderías y negativa a querer conocer a alguién, eran evidentes, esa barrera, que no dejaba atravesar, aquel día, me marcó, la inexistencia de decirme a mí misma que no, y hasta hace muy poco, hacía exactamente lo mismo, porque pienso, que no nos va a llevar a ninguna parte, pero me cuesta una barbaridad terminar con lo que un día empezó y dejarlo, así sin más, dejarlo pasar.

Hace unos días, escasamente dos semanas, ocurrió algo, que cosas... yo me prometí a mi misma, que no iba a volver nunca más, que ya era suficiente, que no podía volver a perdonar, aun teniendo claro, que era una tontería, pero ya son muchas tonterías juntas, y tantas, acaban pesando, haciendo mella, provocando un silencio absoluto al borde del pensamiento perdido, pero... entre mi razón y yo, no podían más, de nuevo, cogí mi teléfono, una nueva llamada, "tenemos que hablar", mientras te decía aquellas palabras, mi razón me decía, Lupe, otra vez no, de qué te sirve, pero no puedo evitarlo.

En todo este tiempo, me he convencido en que la piel emite un leve y breve rumor en forma de ondas, la mayoria de las veces, atraviesan de forma inocua nuestros sentidos, pero, sin embargo, algunas personas consiguen que como si de una minúscula sierra se tratase nos arañen suavemente.

Al principio, como un leve cosquilleo, para transformarse después en hilos finos que tiran irremediablemente nuestra piel hacía aquella otra que nos espera.

Lo sé, porque cada vez que te acercas, siento ese breve y leve cosquilleo con esos pequeños hilos que tiran de mí, para acercase siguilosamente, para que no se note demasiado, es una pequeñisima porción de tiempo, más de lo que la inercia obliga.

Últimamente, tenemos mucho de que hablar, de esto y de aquello, me cuentas tus deseos e incluso, tus derrotas, en cambio, no hago otra cosa, que esquivar tu mirada, sin saber muy bien porqué, buscando el más mínimo detalle, para que de una vez, mi razón me diga que realmente, no nos lleva a ninguna parte...

En cambio, yo, te cuento cosas, que no invento, pero que tampoco, me importan demasiado, quizá porque no me atreva a que me importes, ni siquiera a conjugar "tú" con cualquier palabra para no hacerte un referente de que realmente, no quiero que te vayas.

Muchas veces, me faltan palabras y un laberinto, pero realmente, son frases que nunca he escrito y mucho menos pronunciado, mi dureza es mucho mayor a un sentimiento, aunque este, sea prohibido.

De alguna forma, las frases se borraron, así que siempre nos perdemos en el camino, además, siempre he pensando, que cuando la distancia se alarga un poco más, las ondas, pierden un poco su efecto, y es entonces, cuando ese umbral de la intimidad en la que habitamos se desvanece y pasamos a hablar desde una ventana, cada uno, detrás de su pared para dejar que sea el vacio de un precipicio inexistente caiga por si mismo.

Es tan sencillo, y a la vez, complicado, que no puedo negar que cada vez que te vas, cuando te abrazo, cuando me despido, uno de nuestros hilos se quede siempre enganchado en el mismo lugar, solo serán eso, 25 días.