En ocasiones, tengo la sensación en que el tiempo, va acorde a cómo podemos sentirnos las personas, bien sea por cómo nos sentimos o por los momentos que vivimos continuamente, en ocasiones buenos que nos llenan de momentos y otros sin embargo, no tan buenos, aunque igualmente nos llena de momentos, de recuerdos...
Hoy, tuve un momento, digamos crucial, hay días que realmente apartaría de mi vida, de mi dia a día, más que nada, porque todo acaba de la misma forma en la que empieza, cómo cuando hay tormenta que se cruza entre sí misma, despacio y modulando el sonido interior.
Me parece evocadora de está época que vivo, de mi estado anímico, que se ha visto envuelto en rayos y nueves que se envuelven torrentes calle abajo.
Mi tormenta, llega a punto en la época en la que estoy, que aunque sea primera, parece todavía otoño y esas primeras tormentas que te hacen quedarte en casa veinticuatro horas de lluvia, viento y nubes grises, que van y vienen entre la templanza de un día soleado; cuando la tormenta y su ruido siempre son imposibles de separar.
A veces, los momentos se vuelven un cúmulo de altas tensiones. Los nervios, la tensión, el miedo... hacen que nos ompriman esas impresiones, conforme con el paso del tiempo, llegan los hechos, objetivos y externos a nosotros contribuyendo a que esas altas presiones acaben cayendose, de reprente, en picado, o sean todavía más altas inundando nuestro día de aire, que huele sin más a primevera, y es cuando te das cuenta, que son esos altibajos los que crean la tormenta, haciendo que lleguen los truenos, los rayos y las nubes negras.
Hace unos meses, me encontré con alguién casí que por casualidad, me alegró y me entristeció a la vez, un cumulo misterioso de la vida continua, cuando te das cuenta, que lo único que continuan son los días, la mayoria de ellos, no queda más remedio, que seguir pero con la necesidad de querer que se termine. Y fue entonces, cuando ese alguién me regaló una fotografia que siempre llevo conmigo, nunca falta en mi monedero, es por decirlo de alguna manera, cómo un amuleto, aunque no crea en ellos, y fue curioso, ya que la foto, era de un día lleno de nubes grises, ellas mismas bullían sobre mi cabeza, cada una con su motivo...
Un brindis inesperado de tequila poco tiempo después, el día se me hizo exageradamente eterno, apenas pasaban unas horas que comentó el día, y para mí, solamente comenzó, y de nuevo, en la terraza de mi casa, llegan las noches, y me quedo mirando las nubes o la claridad de las estrellas. Constantemente, en mi cabeza, se repite una de las frases que tantas veces comentamos en esos pasillos en los que nos conocimos "Algún día, estás nubes se habrán ido y podremos mirar para est´´a parte, que ya será pasado, podremos cerrar la puerta y volver a empezar", el tema, es que nunca se empezó, porque nunca, se acabó... es curioso...
Desde hace unos meses, mis pensamientos se volvieron descompensados con mis pensamientos, ya que, no es importante evitar la tormenta, siquiera haberla pasado y superado, creo que lo importante es no olvidar que pudimos vencerla, para cuando llegue la próxima, no sé nos ocurra lo de siempre, SALIR CORRIENDO.
Es verdad, que algunas tormentas, son pasajeras, surgen por la mañana, cuando despertamos, pero se difuminan con el día, desaparecen sin dejar a penas rastro. Otras duran un día, y continúan con la duración de día tras día, como cuando llega el invierno y la gente, parece sentirse triste, y llegan sin presentarse y zarandean nuestro cielo y nuestro aire, sin haber sido invitadas, por despecho, cabezonería, error o inconsciencia. A pesar de todo, en medio de la tormenta, siempre hay algo presente, por mucho ruído que hagan los truenos, por mucha luz que irradien los rayos, por muchas negras que se vuelvan las nubes.
Siempre, siempre, siempre tiene un fin, todo lo tiene y la tormenta, también lo tiene, porque solo es cuestión de tiempo...
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