Paz interior

Son apenas las cuatro de la madrugada, y una noche más, sin poder dormir, finalmente, coleccionaré horas sin dormir, más que momentos dormidos, que son como la paz, corta, sencilla y cargada de significado. 

Sin darnos cuenta, es solamente un suspiro; es el momento cuando la calma nos invade, es el lugar en el que podemos quedarnos flotando en la tranquilidad.

Hace unos años, no pensaba en la paz, no la tenía demasiado en cuenta, quizá porque nunca había vivido su ausencia. Cuando era pequeña, y pude vivir algo sobre el malestar, la depresión que viven las personas mayores por lo que pudieran vivir en una guerra, todo lo que pudieran vivir, suena a lejano e incluso casí irreal, como si fuese de otro planeta, no se puede llegar a entender que los más mayores que nos rodeaban hubieran vivido el horror de una guerra, con todo el torbellino desgarrador que conlleva el recuerdo, agradable y doloroso a la vez.

Conforme van pasando los años, se empieza a saber más, a comprender en porciones la historia, y la paz, empieza a cobrar valor en el vocabulario que nos enseñan. La paz en el mundo, esas historias de la tele a la hora de comer, que de reperente, son la tristeza realidad.

Cuando los torbellinos son interiores, y arrasan con nuestra tranquilidad, entonces paz está cercana y lejana a la vez; la conoces, la aprecias, y la sientes lejos, cómo si te avándonase.

Paz, es cómo dejarse caer en un sofá, sin pensar en qué pasará mañana.
Paz, es caminar sin tener presente los deberes que se tengan que hacer al llegar a casa.
Paz es saber que no se tiene nada que hacer puede ser tener un largo momento solamente para tí, sacudiendo la ansidad impaciente, aplacando los insomnios en el jardín oliendo el mar desde lo lejos.
Paz es tropezar con los recuerdos del caos, desde ese banco blanco en el jardín de mi casa donde la paz flota en el aire lleno de un silencio que no chirria, del silencio que me duerme.

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